El sano crecimiento

por Psicólogo Carlos Cavasin

 

           El ser humano, si crece en un entorno familiar favorable desarrolla las capacidades propias de su Yo: la inteligencia, la profundidad de sentimientos, el campo de sus intereses y deseos, la fuerza de su voluntad, la capacidad de relacionarse con otros. Con todo este potencial personal, buscará y encontrará cuál es su misión en esta vida. El Yo posee una fuerza interior que hace posible el crecimiento personal. 

         El niño necesita condiciones favorables para su transformación en un ser adulto, necesita una atmósfera familiar tranquila, que le aporte seguridad interior y un ámbito donde poder expresar sus pensamientos y emociones. No sólo precisa un clima familiar con paz, sino que lo guíen y estimulen. También necesita una sana fricción con los deseos de los demás, lo que le permite crecer en el amor y en una sana competencia.

         Si las condiciones familiares son adversas, puede crecer en desacuerdo con sus verdaderos intereses y necesidades. Los padres del niño pueden ser exigentes, dominantes, sobreprotectores, abandónicos, indulgentes, amenazantes, violentos, realizan diferencias entre hijos, etc. Nunca se trata de un único factor, sino un conjunto de factores que ejercen una influencia negativa que, la mayoría de las veces, perdura a lo largo de toda la vida. 

         Cuando las condiciones son favorables, durante su adolescencia orientará su vida a compartir experiencias con los demás; la capacidad de dar afecto, de necesitar del otro, la capacidad de ceder, la capacidad de enfrentarse a otro, son capacidades que se aprenden en las relaciones humanas.

         Cuando el niño crece en condiciones adversas adquiere una profunda intranquilidad interior a la que se conoce como angustia esencial, es una sensación íntima de estar solo y aislado en un entorno hostil. La presión de esta angustia no le permite vincularse con los demás de manera espontánea. 

         Aprende a actuar de manera sumisa para no acrecentar la hostilidad de los demás; en un sentido contrario, puede rebelarse y ser agresivo con los demás y, como tercer alternativa, encerrarse en su vida interior retirándose del mundo de los demás.

         En la etapa adolescente prevalece una de sus actitudes: sumisa, agresiva o alejada. Estos movimientos repercuten en las relaciones con los demás y también operan cambios en la personalidad.

         El niño sumiso tenderá a subordinarse a los demás y tratará de ser sacrificado y bueno cuando sea mayor. El niño agresivo le da importancia a su fuerza física y a su capacidad de luchar. El niño despegado se caracteriza por su falta de integración a los demás, aunque realiza tentativas. 

         En los 3 casos, queda dañada su fuerza interior y la coherencia del individuo. No puede desarrollar una verdadera confianza en si mismo, su fuerza interior está disminuida por estar siempre a la defensiva. Se siente menos que otros, su sentimiento de inferioridad constituye un obstáculo serio para su integración a los demás.

         Vivir en una sociedad basada en la competencia con otros y sentirse en el último lugar le genera al adolescente una imperiosas necesidad de ubicarse por encima de los demás, de destaque personal.

         El adolescente comienza el camino de la enajenación de si, su necesidad de crear medios artificiales para sus vínculos con los demás, está obligado a ocultar sus auténticas emociones, pensamientos y deseos.

         Sus emociones guían su accionar y sus deseos han dejado de ser el factor determinante que conduce su vida. Su vida se centra en silenciar sus emociones y, para ello, encuentra alternativas que representan un salvavidas al que no puede dejar de recurrir.

         Sólo hay un medio mediante el cual el joven perturbado logra alcanzar sus objetivos y, hacerlo de golpe, y es mediante su imaginación. Fantasea con poderes ilimitados, que lo convierten en un héroe, en un dios.

         Ese joven que se siente menos experimenta la sensación de importancia y superioridad sobre los otros, sobreviene un engrandecimiento que no tiene sustento real, todo lo que es defecto o limitación es borrado.

                                                                                                                                  Psci. Carlos Cavasin