El adicto humilde y sumiso

Por Psicologo Carlos Cavasin

Podemos distinguir, a nivel de personas con problemas de adicción, distintos tipos de personalidades, que se corresponden con diferentes soluciones para enfrentar sus conflictos básicos.

Hoy consideramos las tendencias sumisas, el sujeto se siente menos que los demás, depende de los demás. Exagera la impotencia y el sufrimiento, vive pidiendo ayuda y protección.

Reprime todo cuanto signifique ambición, triunfo o búsqueda de ventajas personales. Predominan las tendencias abnegadas. Prevalece su yo sometido y reprime toda ambición, éxito o la búsqueda de ventajas personales. 

No puede defenderse si le tratan de modo insultante, es fácil presa de los que quieren aprovecharse de él. Se siente impotente y reacciona tarde cuando se le agrede, se le genera una violenta cólera contra si mismo y contra el abusador. 

Le teme al triunfo y a la popularidad, le teme a cualquier exposición pública. Cuando obtiene un triunfo se lo atribuye a la suerte o le resta importancia. Los éxitos no le deparan seguridad interior, uno de sus grandes inconvenientes.

Carece de opiniones y convicciones propias, por lo que cede fácilmente a la influencia ajena, desconoce sus creencias personales ante las afirmaciones de otros.

No se considera capaz de hacer afirmaciones propias, ya se trate de un aumento de sueldo, de pedir licencia, de firmar un contrato, de hacerle alguna propuesta a alguien del sexo opuesto. Sus buenas acciones no las experimenta en forma emocional, tan acostumbrado como está a depreciarse.

Ganar dinero con su trabajo le pone mal, no se siente digno de ello, se sigue considerando pobre aún cuando pueda estar bien en lo económico.

Detrás de su modestia compulsiva se esconden miedos frente a todo, los miedos emergen cuando empieza a progresar en la vida. El proceso de inferiorizarse se mantiene con los tabúes que se impone, se debe contentar con poco, se prohíbe ambicionar.

Frecuentemente no tiene tiempo para si, para hacer cosas que le gustan, sin embargo, le dedica mucho tiempo a hacer cosas por los demás; demuestra energía y habilidad cuando se trata de cosas de otros, descuida los temas personales.

Tiene dentro suyo mucha hostilidad que no puede expresar excepto cuando está emocionalmente turbado, cosa que no ocurre con frecuencia. En estado de normal, teme la fricción con otros. Está aterrado de que alguien sea hostil hacia él y prefiere ceder, comprender y perdonar.

Se siente menos y no puede salir de los límites estrechos que se ha fijado.

                                                                                                                               Psic. Carlos Cavasin