Defendamos a nuestros hijos de las drogas

Por Psicólogo Carlos Cavasin

La sociedad uruguaya, en estos últimos 20 años, enfrenta un desafío para el cual todavía carece de la capacidad de respuesta necesaria. El fenómeno de la droga está sacudiendo los cimientos de la familia uruguaya, y por tanto, conmocionando a las estructuras educativas, laborales, deportivas y recreativas en las que participan jóvenes. El impacto de la pasta base, la cocaína y la marihuana situó a las drogas en el centro de las preocupaciones sociales de la ciudadanía en general.

        El uso de drogas en el país por parte de grupos de población joven no es nuevo. Sin embargo, la característica dominante era que los círculos en que se movían los consumidores eran reducidos, tanto por su número como por las posibilidades de acceder a las sustancias.

        El número de consumidores activos no para de crecer  como tampoco los puestos de venta de las distintas drogas que se comercializan. Encontrarse con un consumidor dejó de ser un hecho raro y los puestos de venta son conocidos aún por quienes jamás han consumido drogas. Todos los uruguayos tenemos uno o más conocidos que enfrentan la dura realidad de encontrarse en la carrera de la droga.

        Los jóvenes que a finales del siglo pasado se encontraban inmersos en ese submundo eran de una clase acomodada, mayores de 20 años, considerados a si mismos como difíciles para sus padres, que rehuían a las responsabilidades tanto estudiantiles como laborales y que desarrollaban una vida donde la diversión era el centro de sus vidas. El consumo no representaba un riesgo económico para sus familiares, como tampoco su vida corría los riesgos propios del deterioro físico, mental y social.

        La droga cumplía un rol de tipo recreativo los fines de semana, pero los restantes días no circulaba y tampoco sus consumidores la demandaban. Consumir drogas te hacía distinto, pero los consumidores tenían bien presente que no era para todos los días. El permiso social para consumir tenía sus propias reglas, como también los lugares. Los lugares de baile se respetaban y era impensable el consumo en un baño, ya que constituía una transgresión que nadie se animaba a romper. La droga no era el centro de sus vidas, ni ahí.

        Todo esto ha cambiado. Los consumidores de antes no tienen ningún parecido con los actuales, las diferencias son enormes. La edad de comienzo de las drogas se ha reducido pero también se ha ampliado. Hoy ya pueden verse consumidores de marihuana y pasta base a las edades de 13 y 14 años, por un lado, e igualmente a mayores de 35 por el otro.

        El consumo de drogas y alcohol daña conexiones y funciones de las células del cerebro, tal y como coinciden especialistas de todo el mundo. Estas alteraciones, en áreas como la corteza prefrontal, dificultan que el consumidor pueda tomar decisiones adecuadas y con entera libertad. Por ello, la persona continúa consumiendo de  manera compulsiva, a pesar de que reconoce las pérdidas personales, familiares, laborales y sociales que este acto conlleva.

        El amor de la familia, combinado con la firmeza necesaria para acordar límites saludables, es una herramienta vital en el proceso de desarrollo de los jóvenes, y por tanto, fundamental a la hora de evitar el uso de drogas. Es necesario concientizar a los padres que, a poco que se descuiden, pueden tener hijos adictos en sus casas. En esto no puede existir permisividad paterna. Deben afrontar el conflicto y ser conscientes del daño que pueden sufrir sus hijos.

        Debemos considerar que el adicto continuará siendo adicto mientras viva, es decir, el individuo podrá rehabilitarse y vivir sin consumir drogas, pero siempre seguirá siendo un adicto en remisión. Para mantenerse en estado de abstinencia nunca más podrá bajar la guardia.

 

                                                                                                                                                      Psic. Carlos Cavasin